Que la violencia de género resulta un fenómeno poco visible es un hecho. Los casos de agresiones graves o asesinato que saltan a los medios de comunicación constituyen la punta de un iceberg de dimensiones difíciles de cuantificar. Según los datos del INE, en base al Registro Central para la Protección de las Víctimas de Violencia Doméstica y de Género, el año pasado, el número de mujeres con órdenes de protección, se elevó un 3,2%, hasta las 30.141. Nada se sabe, a efectos estadísticos de las que no se atreven a dar el paso de denunciar. Sí sospechamos que son miles y, entre ellas, muchas mujeres con discapacidad, por diversas razones. Miedo, dependencia económica de su agresor e incluso, desconocimiento de que la situación que padecen es constitutiva de delito por parte del maltratador.

Según un reciente estudio de la Confederación Estatal de Mujeres con Discapacidad (Cemudis), realizado a partir de 1.800 entrevistas a mujeres con discapacidad, el 22% afirma haber sufrido violencia física por parte de sus parejas. El estudio concluye que 7 de cada 10 mujeres del colectivo se han sentido discriminadas por su doble condición de mujer con discapacidad.

De la violencia de género se sale

En Ceesur INTEGRACIÓN somos conscientes de esta problemática y por ello, apostamos por la detección, la formación y el acompañamiento, llegado el caso de constatar que alguna de nuestras profesionales se está enfrentando a una situación de violencia de género en la pareja.

En estos días, estamos desarrollando un taller para nuestras empleadas, para ayudarles a detectar situaciones de control y maltrato, para empoderarlas y fomentar su autoestima, para hacerles comprender que no están solas y para compartir experiencias. Una iniciativa valorada muy positivamente por las participantes, en la que una de ellas, ha querido compartir su vivencia:

Hola. Yo también pasé por la pesadilla de ser maltratada física y psicológicamente y encima se sumaba que tengo una discapacidad que a raíz del maltrato se me agravó más. Me vi mal, dependiente emocional y económicamente, pero, después de todo lo mal que lo pase, después de todas las humillaciones, después de todos los días nublados, las noches oscuras sin dormir, cuando pensé que esa sería mi vida, me vino la fuerza y salí. Sali de ese infierno, me di cuenta de que todo lo que me decía mi maltratador no era verdad, Me di cuenta de que podía ser libre e independiente, que podía trabajar, depender de mí y de mi dinero. Y así fue.

Me aleje por completo de él y ahí empezó mi nueva vida. Me arreglaba más, me sentía guapa. Había gente que me quería y me apoyaba. Ahora, trabajo, salgo cuando y donde quiero y, sobre todo, soy libre y soy feliz.

Quiero decirles a las mujeres con discapacidad que sufren violencia de género que, de ese mundo se sale, porque merecemos lo mejor, porque somos fuertes, porque nacemos libres y así debemos seguir siempre. Aunque a veces no veamos el final de esa pesadilla, con ayuda, está más cerca de lo que creemos. Ánimo.

Un mensaje de sororidad, fuerza y esperanza imprescindible no sólo el 25-N, sino todos los días del año.